miércoles, 23 de mayo de 2018

Palabras al azar




Palabras al azar (en el texto deben aparecer las palabras colorado, sexo, matar, burbuja, estación, aquella, encima)

EL TREN DE LAS 8:05 A MÁLAGA, por Claire Tarbet

Lo había conseguido. Elena estaba de pie en el vestíbulo de la estación de tren de Atocha. Era hora punta. Sintiéndose como una burbuja que estallaría en cualquier momento, evitó a los viajeros que corrían en todas direcciones. Aquella familiar sensación de pánico comenzó a crecer en ella otra vez. Ella se preguntó: "¿Y ahora qué?". Levantó la vista hacia la pantalla electrónica y verificó la información con su billete. Tiró del mango de su pequeña maleta roja, haciendo una mueca de dolor al notar la molestia en su brazo derecho. Recordando por qué se encontraba en la estación, se dirigió hacia el andén 3.

De repente, sintió cómo su corazón se paraba. El hombre que subía por la escalera mecánica era como Felipe. "No puede ser él, está trabajando ahora" susurró, tratando de convencerse a sí misma. El recuerdo del día en que él había intentado matarla pasó por su mente. Había sido como un domingo cualquiera. Habían salido a tomar unas cañas al mediodía con unos amigos. Se habían ido a dormir la siesta y él había querido tener sexo, pero ella no estaba de humor. Nunca sabría qué había desencadenado aquel ataque violento, pero sabía que no se quedaría con él mucho más tiempo. Ella sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos y echó un vistazo a su reloj. El tren estaba a punto de salir.

Ya estaba esperando en el andén. Elena encontró el vagón, se subió y se dirigió a su asiento. "7A", murmuró mientras colocaba su maleta en el portaequipajes. Vio a una mujer mayor, con la cara colorada de cargar tanto peso. Iba acompañada de un niño pequeño, que supuso que sería su nieto. Elena fue a ayudarla a colocar sus bolsas de viaje. "¿Vas a la playa, como nosotros?", preguntó la mujer. Elena no dijo nada, dejó escapar un suspiro de alivio, asintió y sonrió justo cuando el tren salía de la estación.



Aquella burbuja colorada posada encima de la estación, sin sexo definido, parecía estar preparada para matar, por Encarna Bas.

No llevaba las gafas de sol puestas y al mirar hacia arriba el sol me cegaba. A mi alrededor se arremolinaba la gente pendiente de aquel ser  o de aquel objeto que nadie sabía definir.
Unos aseguraban que era un ave inmensa, procedente de lejanas tierras; otros que era un ovni y que pronto empezarían a bajar hombrecillos verdes que nos invadirían y otros con aspecto sesudo veían claramente que no era ni una cosa ni la otra.

Yo que había llegado a la explanada del parking con cierta prisa, no era capaz de moverme de allí. Los únicos que estaban tranquilos eran los perros, ni un ladrido, ni un gruñido ¡qué raro! ¡Son siempre los primeros en detectar cualquier anomalía!

Al cabo de una hora, llegó la policía, aunque vinieron con las sirenas a todo meter, “aquello” no se movió un centímetro. Al poco rato, llegó la prensa, focos, cámaras, micrófonos se esparcieron por la explanada y mil conjeturas pintorescas se transmitieron por las ondas.
También aparecieron los bomberos. Un par de ellos revestidos con trajes especiales de protección por aquello de las radiaciones, guantes y cascos, subieron con ayuda de las escalas hasta el tejado. No sabíamos si por efecto de algún gas tóxico se les había producido un ataque de hilaridad que por poco les hizo dar con sus huesos en el suelo.
Pero ¿Qué pasaba?

Una vez en tierra y sin parar de reír, los bomberos nos enseñaron el dron de Rafita, que se había quedado enganchado en la antena del pararrayos.

PALABRAS, por Marisa Bono
-       Encima
-       Encima, aquella.
-       Encima, aquella, estación.
-       Encina, aquella, estación, burbuja.
-       Encima, aquella, estación, burbuja, matar.
-       Encima, aquella, estación, burbuja, matar, sexo.
-       Encima, aquella, estación, burbuja, matar, sexo, colorado.
-       Colorado, sexo, matar, burbuja, estación, aquella, encima.
Palabras, palabras, palabras. Palabra hablada, palabra gesticulada, palabra escrita, invento superfluo que nos diferencia del resto de animales. Palabras, palabras, palabras: germen de toda historia.
·         “Sexo colorado” mata encima de la burbuja de la estación Aquella.
Sucesos: La pasada noche, en las cercanías de la estación de Aquella, en la parada de “Aquel”, se halló el cuerpo sin vida de un hombre, hasta el momento sin identificar. Lo inquietante del hallazgo reside en el lugar donde fue encontrado el cuerpo, ya que, según fuentes policiales, la posibilidad de que una, varias o multitud de personas, animales o máquinas, depositaran el cadáver en el lugar donde fue encontrado, encima de la burbuja de la estación de ferrocarril, es prácticamente imposible.

Se solicita la colaboración ciudadana para la identificación del cuerpo, que, como ya hemos informado, pertenece a un hombre de mediana edad, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, ni rubio ni moreno ni pelirrojo ni calvo, ojos castaños y sin ninguna marca corporal propia o significativa para la identificación positiva.

Según fuentes no oficiales, el crimen podría atribuírsele al despiadado asesino en serie apodado “Sexo colorado”. De ser así, convertiría a este individuo en su víctima número 452.
Cualquier pista sobre su paradero deberá comunicarse a la policía en el teléfono 99954321976044.
Seguiremos informando.

·         Aquella estación mató a la burbuja colorada encima del sexo.
¡Oh, estación dañina!
¡Oh estación traicionera!
¿Por qué mataste a mi burbuja
mientras se comía una trufa?
si no hacía más que engordar,
no produciendo ningún mal,
si no te hacía ningún daño
y en aquel mismo año
se iba a poner bien colorada
para quedarse pronto parada
recibiendo en ese contexto
al maniático del sexo…
Ya nunca podrá ser
todo lo que hubiera podido acontecer.

·         La colorada encima burbuja matará la estación del sexo
Aviso a la población: según fuentes del servicio meteorológico, la previsión para este año es que la burbuja colorada, con la encima revitalizada, haga su aparición en las próximas semanas, por lo tanto, la estación del sexo se verá drásticamente reducida por lo menos a la mitad. Se advierte a la población que tomen las medidas oportunas de reclusión y aprovisionamiento para que la plaga cause el menor daño posible, y la próxima estación no deba ser abolida.



EL CARNAVAL  MÁS CARNAL, por Olga Gallego
Por cuarto año consecutivo asistía a la fiesta de carnaval de mi amiga Mercedes. Mi disfraz, hecho con plástico de burbujas, de ese que se utiliza para proteger los objetos frágiles en los portes y mudanzas, acabó encima de la máquina de vending de aquella estación de cercanías. Por el suelo alguna cucaracha muerta, pañuelos de papel usados y algún que otro condón abandonado a su suerte después de que su dueño disfrutara, gracias a él, de un polvo rápido y satisfactorio.

Sentado en una esquina del banco de la sala de espera, un tipo mata el tiempo leyendo un ejemplar de National Geografic con el Cañón del Colorado en la portada. Al lado tiene otro del Playboy con una exuberante rubia de enormes tetas al aire y minitanga que posa seductora con el culo en pompa hacia un lado, pasándose la lengua por los labios, casi tan enormes como las tetas, en un gesto que parece decir: me muero por follar contigo. Pero a quién le puede apetecer tener sexo con ella, si parece una muñeca hinchable! Ahora que lo pienso, ese también podría ser un motivo.

Me levanto para estirar las piernas, el tío del banco me ha echado el ojo y no me apetece que se me acerque. Algunos tipos se creen que por ser hombres ellos y tú mujer pueden decirte todas las barbaridades que se les ocurra, eso si además de decirlas no pasan a la acción, que también los hay.

Camino por el andén despacio, sin prisas, todavía faltan cuarenta minutos para que pase el primer tren hacia mi casa. Mientras avanzo, el recuerdo de la noche anterior se traduce en una sonrisa que asoma a mi boca.

En esta ocasión, yo iba de "objeto delicado", envuelta en mi burbuja y él mi "mozo de mudanzas". Fui con pocas esperanzas de encontrármelo porque el año anterior había faltado, pero al final pudo más la intriga y las ganas de verle que la pereza y el aburrimiento por ir sola. Hasta última hora no me decidí. Mercedes estuvo durante todo el día enviándome WhatsApp; no paró hasta que le dije que iría. Como acabo de mudarme de piso, todavía tengo la ropa embalada, la que uso a diario no, pero para un disfraz me faltaba atrezo. Me di una ducha y, cuando ya estaba a punto de abandonar y pensaba ir sin disfraz lo vi claro: plástico de burbujas y cajas por toda la casa... Cogí un rollo y me hice un vestido que me puse sobre unas mallas negras y camiseta de tirantes, un buen antifaz hizo el resto. Así, disfrazada de "algo embalado", me presenté en la fiesta de carnaval que mi amiga Mercedes daba en su casa, una mansión de 400 metros heredada de su abuela y ubicada en la zona de Metropolitano en Madrid. Música en directo, photocall, bebida y comida hacen de ella la mayor atracción para las noches calurosas de verano en Madrid. Verano, sí, Mercedes es así, celebra el carnaval cuando le viene en gana, ella siempre dice que hay que disfrutarlo cuando hace calor, no cuando el frío te impide lucir tu disfraz. 

Llegué y durante un rato estuve paseando sin rumbo por el jardín y el interior, buscándole bajo cada antifaz, reconociéndole en cada mirada furtiva. No lo vi hasta pasada la medianoche, un mozo de almacén con su peto azul sin camiseta... muy sugerente. En cuanto nos reconocimos nos vino el deseo, besos húmedos y respiraciones compartidas escondidos de las miradas del resto de invitados.  Acabamos en un hotel, como cada año. Mis amigas me dicen que lo nuestro es una historia que merece ser contada. Él, casado y con hijos; yo, soltera y sin compromiso, y cada año nos vemos en la misma fiesta. No quedamos previamente ni mantenemos contacto el resto del año, pese a que ambos tenemos nuestros números de teléfono. Nos une la celebración de una fiesta pagana, el carnaval. Muy apropiado el nombre en nuestro caso, porque lo nuestro es atracción y deseo carnal al cien por cien.

Todavía recuerdo la primera vez, ese verano el calor era insoportable y mi disfraz de monja no ayudaba. La toga, el cuello hasta arriba, ¡qué calor! Menos mal que tenía abanico y que Mercedes habÍa puesto dispersores de agua por todo el jardín, de esos echan una nube de agua pulverizada que refresca el aire.
Allí estaba yo, respirando aire fresquito con mi toga en la mano cuando lo vi: ay, madre, ¡vaya “peazo” de obispo! No es que fuera especialmente guapo; moreno, ni alto ni bajo, delgado, serio pero con una alegría especial en la mirada. El traje de obispo le favorecía, le daba un punto seductor tipo Richard Chamberlain en el Pájaro Espino.
Al verme sonrió y se acercó.
- Ave María purísima
- Con gran pecado concebida - fue mi respuesta.
Soltó una gran carcajada.
- ¿Ha venido sola, hermana?
- Sí, monseñor. En estas fiestas paganas hay muchas jovencitas que necesitan ayuda para no sucumbir a los pecados de la carne
- Se incluye usted en ese lote, porque yo podría ayudarla...

Una cosa llevó a la otra y acabamos en una de las habitaciones dando rienda suelta a nuestros deseos carnales. El sexo con un desconocido tiene un encanto especial, sobre todo porque no tienes que aguantarle al día siguiente, ni al otro, ni al otro...

Nos gustó a ambos, y pese a que intercambiamos los móviles nunca nos pusimos en contacto, pero al año siguiente repetimos. Desde entonces, cuando se aproxima la fecha me llega el recuerdo, quiero pensar que nos llega a ambos. Tiene su morbo tener un amante así. Fantaseas con el recuerdo y con la idea de verle cuando se aproxima la fecha, pero la otra alternativa, no verle, también es posible y es la mezcla de ambas sensaciones lo que nos hace asistir casa año a nuestra cita en carnaval.

Con esta imagen en mi memoria me subí al tren. En poco más de una hora estaré en casa, aprovecharé para dormir un rato, si me deja la mente, que ahora mismo la tengo en estado de ebullición. La noche ha sido larga y ajetreada y me merezco un reposo.

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