sábado, 30 de noviembre de 2019

EL SILENCIO



EL SILENCIO, Encarna Bas
Empezaba a hacer fresquete, cambiábamos de estación y parecía ayer que sacábamos la ropa de verano. Vacié el armario, toda la ropa sobre la cama y con un paño húmedo comencé a quitar el polvo acumulado en rieles y cajones. Estaba más sucio que otras veces. ¡¡Umm!! incomprensible.
Empecé a ordenar, en un cajón la ropa interior. Este año no necesitaba comprar nada, todo estaba en buen uso. En otro, los pijamas, calentitos y confortables. En el siguiente, las blusas y polos y, por fin, en el ultimo, los jersey. Algunos llevaban conmigo años, las pelotas de lana hablaban de nuestra vida juntos, pero no era capaz de desprenderme de ellos. El cajón se volvió multicolor...
Un montón aguardaba en el suelo para ser lavado y quedar encerrado hasta el verano siguiente. Durante todo esta labor, la música me acompañaba, no la escuchaba, pero si la oía.
Me senté en la cama para contemplar mi obra .Apagué la radio; un montón de ideas llegaban en tropel a mi cabeza. Tenia que ordenarlas. Había sido un año convulso en mis relaciones personales y, allí, mi armario, como un jeroglífico, me lo estaba contando todo.
Fui repasando: un traje bueno y bonito para alguna ocasión, pocas, donde el resto te juzga por la etiqueta, no por ti .Alguna falda o pantalón para esos días en los que te sientes bien con el mundo y te vistes para ti .La ropa interior hay momentos que mejor no llevarla, pero sabes que te espera tranquilamente, y al final, tienes la ropa amiga, esa que te pones todos los días, que no te importa manchar, que te la pones para todo y tus amigos, los que son como esta ropa, no la encuentran ni usada ni rozada ni con pelotas… Solo recuerdan los momentos que viviste con ellos.
Algunas prendas se te quedan pequeñas, hay amigos que se estancan en su evolución mental. Otra ropa te esta grande, tu evolución ha sido más lenta ese año, y esos amigos te llevan por senderos diferentes, aunque no los compartas, con lo cual desarrollas el respeto y la tolerancia. Pero siempre los admiras. Luego hay ropa, poca, que hay que sacar del armario, es tóxica y ya no se puede aprovechar.
Y por fin, están los que tienen que sufrirme, como vosotras, que este año también me veréis con mi jersey de dibujos en zigzag adornado con purpurinas varias y flecos en las mangas pero es que, queridas amigas, lo tengo que amortizar, ¡¡me costó 10 euros!!

SILENCIO, Por Rosa Martínez
Silencio, una palabra tan significativa que desaparece nada más pronunciarla…
Silencio, eso me gustaría a mí cuando la “loca de la casa”, así llamo yo a la mente, no para de parlotear a su libre albedrío.
Esto me recuerda una bonita tarde de juego con mi sobrina, la niña de mis ojos, con tan solo dos años y medio, que tiradas en el suelo, riendo, disfrutando, me tumbó y se sentó sobre mi pecho.
Con sus pequeñas y perfectas manitas me sujetó la cara y mirándome, con esos preciosos e intrigantes ojos verdes que desde su nacimiento son tan penetrantes, a veces de asustar, me dijo:
-Ochi, que así me llama desde niña, cuando tu cuerpo se para, él sigue hablando…
Perpleja y con un poco de susto, para ser sincera, me atreví a preguntarle:
-¿Y qué es lo que está diciendo?
Ella sin quitarme la mirada de mis ojos, me contestó:
-Tú lo sabes, escucha.
Se bajó de mi regazo y como una niña de dos años siguió jugando, muy al contrario de mí, que no podía dar crédito a lo que acababa de suceder. Pero ella tenía razón nuestro cuerpo, nuestra mente nunca está en SILENCIO.
Siempre he buscado el silencio, y algo he encontrado en tantos años de búsqueda…
MEDITACIÓN, RESPIRACIÓN, SILENCIO.

EL SILENCIO, Olga Guerrero

Te oigo, te pienso, te siento,
Silencio
Te anhelo, te espero, te quiero,
Silencio
Te veo, te sigo, te espío
Silencio

Me buscas, me encuentras, me pierdo,
Silencio
Me sigues, me paras, me dices
Silencio
Me amas, me ocultas, me tapas
Silencio

En el baño, en la ducha, en la cama,
Silencio
En la casa, en la sala, en mi alma, 
Silencio
En mis manos, en mi estado, en mi mente,
Silencio
En sus ojos, en su gesto, en su vientre,
Silencio

En la calle, en la plaza, en el parque,
Silencio
En el bosque, en la cima, en la orilla
Silencio

Por supuesto, por respuesta, porque sí,
Silencio
Por encima, por debajo, por allí
Silencio
Por la puerta, por el hueco, por mi lado
Silencio

Se rueda, se piensa, se huele
Silencio
Se quiere, se busca, se puede
Silencio

Shhhh calla, no digas, ya sé.



SILENCIO, por Emilia Ruiz
Regreso del sueño cada mañana, en silencio, justo el que necesito para ordenarme por dentro, para recordar quién soy y qué me espera en el mundo, ahora que tengo los ojos abiertos. 

Necesito el vacío de palabra para recobrar las ganas y lanzarme al día. Desaconsejo que nadie perturbe el momento de mi liturgia en silencio, la del café humeante y la mirada perdida.

Falta al menos una hora para que pueda ser capaz de sonreír, después de dar gracias por todo lo que tengo y tomar conciencia de que la vida merece mucho la pena. Esa gran verdad cósmica me es revelada por el silencio, en silencio.

Se rompe la magia imperturbable cuando se van despertando mis hijos, de uno en uno, haciendo aumentar a cada minuto el nivel de ruido y agitación. No importa, no zozobres, que con hijos chillones también resulta apetecible vivir, me digo, mientras contengo el grito en la garganta con el que reprocharles que no obedecen a ninguna de mis indicaciones y van a conseguir que el vecino de al lado quiera mudarse de barrio.

Recobro el silencio y la calma en el justo momento en que dejo a los ruidosos en el colegio. Me despido de ellos mientras suben la escalera, que se me antoja larga y tardona. Una sonrisa se me dibuja en los labios sabiendo como sé que media hora de silencio en el pensamiento me separa del próximo baño de estruendo del aula. Aun con la música estridentemente alta, siento con satisfacción que puedo navegarme el alma, abstraída frente al parabrisas y el horizonte.

Llego al trabajo. Con un pie en mi clase, después del efusivo saludo a los compañeros y alumnos, compruebo que no soy la misma que se despertó al rayar el alba, que en ese escenario donde soy profesora me siento llena de ilusión y energía. Sonrío y me muevo con seguridad y soltura. Creo que convenzo a todos de que me gusta lo que explico y  de que aprenderlo puede procurarles a ellos la misma felicidad. 

"Profe, tú es que siempre sonríes". "No te creas, amigo, que yo siempre me despierto escupiendo fuego, enfadada con todo y con todos porque habría preferido quedarme aferrada al silencio de la noche".

A pesar de la alegría que me embarga la mayor parte de los días en el trabajo, hay varios e insufribles momentos en el transcurso de las clases en los que vuelve a saltar por los aires el equilibrio. "Shhhh, shhhh, silencio!!!!" ¿Queréis dejarme terminar la frase? ¿Por qué chilláis así, como polluelos hambrientos y enloquecidos? Silencio, silencio, por favor. Hasta que no calléis, no sigo. No siento que respetéis mi esfuerzo por abrir la ventana de vuestros cerebros...

Se me frunce el ceño. Pienso entonces en lo vulnerable que es la paz interior, en cuánto ruido nos ensordece y colapsa. Comprendo al observar a mis alumnos que, en realidad, no hay mala intención en su comportamiento. No saben ser de otra manera, porque les han enseñado a ser así, a hablar siempre para opinar siempre, porque alguien pensó alguna vez que no se puede privar a los niños de su libertad de expresión, no se vayan a traumatizar los pobres. 

Me doy cuenta de que no solo debo enseñarles la vida de las palabras, cuántas existen y cómo se ordenan para nombrar el mundo, sino que, también, están pidiendo a gritos alguien que les calle la boca, que les enseñe el valor del silencio, para escuchar lo que los demás nos tienen que contar, para aprender a corresponderles solo cuando es oportuno y pertinente. Porque en silencio es como dejamos trabajar a nuestra mente; saber callar es la fórmula prudente para no invadir el espacio de los demás, en silencio es como podemos apreciar la belleza de la poesía y la música, elegantes quebrantadores de mi calma.

Shhhh, shhhh, contened la palabra, no me robéis " las ganas de tener ganas" de hablaros y sonreíros, ensordeciéndome ahora el oído y el alma.

Silencio, que en silencio llegamos al día, y a la vida, y en silencio nos vamos al sueño, que todo lo acalla. Me siento a esperarlo, olvidada del ruido del día, que tanto me espanta...

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