EL
SILENCIO, Encarna Bas
Empezaba
a hacer fresquete, cambiábamos de estación y parecía ayer que
sacábamos la ropa de verano. Vacié el armario, toda la ropa sobre
la cama y con un paño húmedo comencé a quitar el polvo acumulado
en rieles y cajones. Estaba más sucio que otras veces. ¡¡Umm!!
incomprensible.
Empecé
a ordenar, en un cajón la ropa interior. Este año no necesitaba
comprar nada, todo estaba en buen uso. En otro, los pijamas,
calentitos y confortables. En el siguiente, las blusas y polos y, por
fin, en el ultimo, los jersey. Algunos llevaban conmigo años, las
pelotas de lana hablaban de nuestra vida juntos, pero no era capaz de
desprenderme de ellos. El cajón se volvió multicolor...
Un
montón aguardaba en el suelo para ser lavado y quedar encerrado
hasta el verano siguiente. Durante todo esta labor, la música me
acompañaba, no la escuchaba, pero si la oía.
Me
senté en la cama para contemplar mi obra .Apagué la radio; un
montón de ideas llegaban en tropel a mi cabeza. Tenia que
ordenarlas. Había sido un año convulso en mis relaciones personales
y, allí, mi armario, como un jeroglífico, me lo estaba contando
todo.
Fui
repasando: un traje bueno y bonito para alguna ocasión, pocas, donde
el resto te juzga por la etiqueta, no por ti .Alguna falda o pantalón
para esos días en los que te sientes bien con el mundo y te vistes
para ti .La ropa interior hay momentos que mejor no llevarla, pero
sabes que te espera tranquilamente, y al final, tienes la ropa amiga,
esa que te pones todos los días, que no te importa manchar, que te
la pones para todo y tus amigos, los que son como esta ropa, no la
encuentran ni usada ni rozada ni con pelotas… Solo recuerdan los
momentos que viviste con ellos.
Algunas
prendas se te quedan pequeñas, hay amigos que se estancan en su
evolución mental. Otra ropa te esta grande, tu evolución ha sido
más lenta ese año, y esos amigos te llevan por senderos diferentes,
aunque no los compartas, con lo cual desarrollas el respeto y la
tolerancia. Pero siempre los admiras. Luego hay ropa, poca, que hay
que sacar del armario, es tóxica y ya no se puede aprovechar.
Y
por fin, están los que tienen que sufrirme, como vosotras, que este
año también me veréis con mi jersey de dibujos en zigzag adornado
con purpurinas varias y flecos en las mangas pero es que, queridas
amigas, lo tengo que amortizar, ¡¡me costó 10 euros!!
SILENCIO,
Por Rosa Martínez
Silencio,
una palabra tan significativa que desaparece nada más pronunciarla…
Silencio,
eso me gustaría a mí cuando la “loca de la casa”, así llamo yo
a la mente, no para de parlotear a su libre albedrío.
Esto
me recuerda una bonita tarde de juego con mi sobrina, la niña de mis
ojos, con tan solo dos años y medio, que tiradas en el suelo,
riendo, disfrutando, me tumbó y se sentó sobre mi pecho.
Con
sus pequeñas y perfectas manitas me sujetó la cara y mirándome,
con esos preciosos e intrigantes ojos verdes que desde su nacimiento
son tan penetrantes, a veces de asustar, me dijo:
-Ochi,
que así me llama desde niña, cuando tu cuerpo se para, él sigue
hablando…
Perpleja
y con un poco de susto, para ser sincera, me atreví a preguntarle:
-¿Y
qué es lo que está diciendo?
Ella
sin quitarme la mirada de mis ojos, me contestó:
-Tú
lo sabes, escucha.
Se
bajó de mi regazo y como una niña de dos años siguió jugando, muy
al contrario de mí, que no podía dar crédito a lo que acababa de
suceder. Pero ella tenía razón nuestro cuerpo, nuestra mente nunca
está en SILENCIO.
Siempre
he buscado el silencio, y algo he encontrado en tantos años de
búsqueda…
MEDITACIÓN,
RESPIRACIÓN, SILENCIO.
EL
SILENCIO, Olga Guerrero
Te
oigo, te pienso, te siento,
Silencio
Te
anhelo, te espero, te quiero,
Silencio
Te
veo, te sigo, te espío
Silencio
Me
buscas, me encuentras, me pierdo,
Silencio
Me
sigues, me paras, me dices
Silencio
Me
amas, me ocultas, me tapas
Silencio
En
el baño, en la ducha, en la cama,
Silencio
En
la casa, en la sala, en mi alma,
Silencio
En
mis manos, en mi estado, en mi mente,
Silencio
En
sus ojos, en su gesto, en su vientre,
Silencio
En
la calle, en la plaza, en el parque,
Silencio
En
el bosque, en la cima, en la orilla
Silencio
Por
supuesto, por respuesta, porque sí,
Silencio
Por
encima, por debajo, por allí
Silencio
Por
la puerta, por el hueco, por mi lado
Silencio
Se
rueda, se piensa, se huele
Silencio
Se
quiere, se busca, se puede
Silencio
Shhhh
calla, no digas, ya sé.
SILENCIO,
por Emilia Ruiz
Regreso
del sueño cada mañana, en silencio, justo el que necesito para
ordenarme por dentro, para recordar quién soy y qué me espera en el
mundo, ahora que tengo los ojos abiertos.
Necesito
el vacío de palabra para recobrar las ganas y lanzarme al día.
Desaconsejo que nadie perturbe el momento de mi liturgia en silencio,
la del café humeante y la mirada perdida.
Falta
al menos una hora para que pueda ser capaz de sonreír, después de
dar gracias por todo lo que tengo y tomar conciencia de que la vida
merece mucho la pena. Esa gran verdad cósmica me es revelada por el
silencio, en silencio.
Se
rompe la magia imperturbable cuando se van despertando mis hijos, de
uno en uno, haciendo aumentar a cada minuto el nivel de ruido y
agitación. No importa, no zozobres, que con hijos chillones también
resulta apetecible vivir, me digo, mientras contengo el grito en la
garganta con el que reprocharles que no obedecen a ninguna de mis
indicaciones y van a conseguir que el vecino de al lado quiera
mudarse de barrio.
Recobro
el silencio y la calma en el justo momento en que dejo a los ruidosos
en el colegio. Me despido de ellos mientras suben la escalera, que se
me antoja larga y tardona. Una sonrisa se me dibuja en los labios
sabiendo como sé que media hora de silencio en el pensamiento me
separa del próximo baño de estruendo del aula. Aun con la música
estridentemente alta, siento con satisfacción que puedo navegarme el
alma, abstraída frente al parabrisas y el horizonte.
Llego
al trabajo. Con un pie en mi clase, después del efusivo saludo a los
compañeros y alumnos, compruebo que no soy la misma que se despertó
al rayar el alba, que en ese escenario donde soy profesora me siento
llena de ilusión y energía. Sonrío y me muevo con seguridad y
soltura. Creo que convenzo a todos de que me gusta lo que explico y
de que aprenderlo puede procurarles a ellos la misma felicidad.
"Profe,
tú es que siempre sonríes". "No te creas, amigo, que yo
siempre me despierto escupiendo fuego, enfadada con todo y con todos
porque habría preferido quedarme aferrada al silencio de la noche".
A
pesar de la alegría que me embarga la mayor parte de los días en el
trabajo, hay varios e insufribles momentos en el transcurso de las
clases en los que vuelve a saltar por los aires el equilibrio.
"Shhhh, shhhh, silencio!!!!" ¿Queréis dejarme terminar la
frase? ¿Por qué chilláis así, como polluelos hambrientos y
enloquecidos? Silencio, silencio, por favor. Hasta que no calléis,
no sigo. No siento que respetéis mi esfuerzo por abrir la ventana de
vuestros cerebros...
Se
me frunce el ceño. Pienso entonces en lo vulnerable que es la paz
interior, en cuánto ruido nos ensordece y colapsa. Comprendo al
observar a mis alumnos que, en realidad, no hay mala intención en su
comportamiento. No saben ser de otra manera, porque les han enseñado
a ser así, a hablar siempre para opinar siempre, porque alguien
pensó alguna vez que no se puede privar a los niños de su libertad
de expresión, no se vayan a traumatizar los pobres.
Me
doy cuenta de que no solo debo enseñarles la vida de las palabras,
cuántas existen y cómo se ordenan para nombrar el mundo, sino que,
también, están pidiendo a gritos alguien que les calle la boca, que
les enseñe el valor del silencio, para escuchar lo que los demás
nos tienen que contar, para aprender a corresponderles solo cuando es
oportuno y pertinente. Porque en silencio es como dejamos trabajar a
nuestra mente; saber callar es la fórmula prudente para no invadir
el espacio de los demás, en silencio es como podemos apreciar la
belleza de la poesía y la música, elegantes quebrantadores de mi
calma.
Shhhh,
shhhh, contened la palabra, no me robéis " las ganas de tener
ganas" de hablaros y sonreíros, ensordeciéndome ahora el oído
y el alma.
Silencio,
que en silencio llegamos al día, y a la vida, y en silencio nos
vamos al sueño, que todo lo acalla. Me siento a esperarlo, olvidada
del ruido del día, que tanto me espanta...
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